Comenzamos un nuevo curso, una nueva etapa para muchos, por eso os
queremos dejar una líneas sobre la importancia de este periodo.
El período de adaptación es el tiempo que cada niño necesita para
sentirse seguro y confiado en su nuevo entorno, hasta llegar a aceptar
voluntariamente la situación.
Durante ese tiempo, el niño debe elaborar y ha elaborado muchos de
ellos, la dificultad de separarse cada día de sus papás; tiene que
aprender a reconocer la Escuela como un lugar seguro en el que se sienta
protegido; tiene que adaptarse a nuevos horarios, niños desconocidos,
personas diferentes, otras comidas, otras normas…
El niño comienza a ampliar su conocimiento del mundo y seguramente, por
primera vez en su vida, deberá enfrentarse a una nueva situación, a
solas con sus posibilidades, sin que sus papás estén presentes. Ante
esta circunstancia, no es de extrañar que los niños experimenten
sensaciones de inseguridad, abandono o desprotección.
Durante los primeros días, es posible que los niños hayan modificado algunas de sus conductas.
Lo más frecuente es que se muestren más llorones, nerviosos, que
presenten alteraciones del sueño, cierta agresividad o cambios en los
hábitos de alimentación.
Todo ello es normal.
Los niños todavía no tienen suficientes recursos expresivos, no hablan y
sólo pueden expresarse con los medios que tienen a su alcance, sobre
todo el llanto.
Algunos niños lloran poco, pero se muestran retraídos, aferrándose
fuertemente a la persona que va a llevarlos o recogerlos, y desarrollan
conductas temerosas ante los extraños.
Igualmente están expresando a su manera, la inseguridad que viven en esos momentos.
¿QUIÉN SE ADAPTA? o ¿QUIÉN SE HA ADAPTADO?.
Todos: niños, padres e, incluso, educadores.
La actitud de los padres es decisiva en este período.
Sus temores, expectativas, seguridad o inseguridad en la Escuela
elegida, y la confianza en las posibilidades del niño, van a determinar
en gran medida la adaptación.
En este sentido juega un importante papel la culpa que generan muchos
padres que, de alguna manera, sienten que están abandonando a sus hijos.
Algunos harán percibido que cuando van a recoger a su hijo éste no les
mira o no quiere jugar con ellos. Nada más lejos de la realidad.
El niño está deseando reencontrarse con sus padres y para él, igual que
para ellos en los primeros días, éste será el mejor momento de la
jornada.
Es posible que el niño esté cansado, o que tenga ganas de llegar a su
casa donde se siente seguro…, cualquier cosa antes que pensar que el
niño dedica a sus padres miradas de reproche o conductas “rencorosas”.
Los niños pequeños no hacen esas cosas y no se puede adjudicar una actitud adulta a los procesos infantiles.
Cuando los padres llevan a sus hijos a la Escuela Infantil, deben pensar que están haciendo lo mejor por ellos.
Les están ofreciendo posibilidades de socialización, de interacción con otros niños y adultos.
Les introducen en un mundo que les ayudará a procesar y elaborar el
egocentrismo propio de los niños pequeños, en el que aprenderán rutinas y
normas que favorecerán el desarrollo de su autonomía y contribuirán a
la formación de un autoconcepto positivo. Si, por el contrario, los
padres viven la escolarización como un proceso angustioso, generador de
culpa y ansiedad, no hay duda que transmitirán al niño sentimientos de
inseguridad y abandono que no harán más que dificultar su adaptación.
Es fundamental que los padres tengan confianza plena en la Escuela que
han elegido para sus hijos y mantengan contacto frecuente con las
personas que la integran, sobre todo con aquellas que mantienen una
relación más cercana con el niño.
Es bueno que en casa se hable sobre la Escuela, los otros niños, las
educadoras, pero, en el caso de niños que ya han adquirido el lenguaje,
no hay que agobiarles con preguntas.
Se puede hacer algún comentario, pero hay que respetar los silencios de los niños, si los hubiera.
Ya hablarán ellos cuando lo necesiten.
Os deseamos a todos una feliz estancia en la Escuela Infantil.
Os mostramos lo bien que se lo pasan nuetro alumnado.
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